Las culpas, la baja estima, la aceptación de la violencia, los mandatos familiares, forman parte de un gran combo con el que no podemos ni debemos cargar.
Las emociones son aprendidas desde nuestra infancia a través de la comunicación gestual cuando somos bebés, luego la verbal y física a medida que crecemos.
Vamos a conversar sobre los muros que levantamos nosotros mismos, esos que creemos que nos protegen del dolor del alma, [las personas que nos lastiman], y los que recibimos por herencia familiar. Estos muros comenzamos a levantarlos desde nuestra infancia,
cuando nuestras emociones son lastimadas por los seres que nos rodean, [generalmente nuestros padres y/o las personas que nos crían].
A estos muros los levantamos con un innato sentido de supervivencia, y nos lleva una pila de años, hasta que llegamos a comprender que: NO SOMOS CULPABLES de nada de lo que nos ocurrió, [golpes, violaciones, violencia verbal, abuso emocional, etc.], que debemos perdonar para ser sanados, y debemos derribar esos muros, [que en ocasiones ya son fortalezas], que por años solo nos aislaron del contacto sano con los demás.
¿Cómo vamos construyendo estos muros?
Comenzamos con pequeñas paredes, que nos sirven para escondernos detrás.
En nosotras las mujeres, por ejemplo, suele haber un mandato interno que nos pusieron en la infancia, [herencia]:
- La mujer debe callar,
- La mujer nació para sufrir
- La mujer es inferior al hombre
- Aprieta los dientes y soporta,
- Para ganar, primero hay que perder,
- Debo ser esbelta,
- Los hombres no lloran
- Si perdonas, deberás soportar el agravio una y otra vez,
- Debes bajar la cabeza y soportar la humillación, porque eso te muestra como buena persona.
- Etc, etc.
Y así nos vamos convirtiendo en personas, lastimadas, depresivas, quejosas, enfermas, no perdonadoras, con estima menos diez, en ocasiones violentas, y atrayendo hacia nosotras/os un sinfín de desgracias que nos ayudan a construir esas paredes, o“máscaras” de:
- “todo está bien”,
- “me entró una basurita en el ojo”,
- “me duele la cabeza”,
- “bueh! Quien no arriesga no gana”,
- “lo perdoné, pero para mi se murió”,
- “en fin, esto es lo que me toco”,
- “nací mujer, no tengo la culpa”,
- “soy una persona buena porque lo soporté todo”
...donde nos escondemos a llorar detrás nuestra impotencia, nuestro dolor, porque nos enseñaron que decir: “Soy débil”, “No quiero”, “No me gusta”, “Esto me hace mal”, eso era rebeldía, y traía como consecuencia castigo y culpas.
Una pared va después de la otra, y terminamos reforzando un tremendo muro, que con el tiempo, se transforma en fortaleza.
Creemos erróneamente que dentro de nuestra fortaleza estamos seguras, pero no podemos ver que la pared que levantamos es tan alta y tan espesa que ya no hay forma de ver ni escuchar lo que pasa fuera, así como tampoco los demás pueden saber lo que nos ocurre, “estamos acorazadas” y extremadamente débiles, detrás de nuestra “Fortaleza Impenetrable”, puesto que desgastamos todas nuestras energías en levantar muros, y fortalecerlos, para no sentir dolor.
Solo que ahora tampoco nos pueden escuchar, por ende, no podemos pedir ayuda si no comenzamos al menos por hacer un agujero para que el sonido salga cuando pedimos auxilio y entre para que sepamos que hay alguien que escuchó del lado de afuera.
Veamos algunas de las cosas que tenemos dentro mientras estamos acorazadas/os:
- Depresión
- Soledad
- Tristeza
- Desánimo
- Falta de aliento
- Falta de motivación
- Conformismo
- Derrotismo
- Miedos
- Etc.
Y podríamos escribir una lista interminable. Lo que tenemos por descubrir es:
¿Cómo salgo de esto?
Lo primero que debo reconocer es lo que me está pasando; recién entonces puedo comenzar a trabajar en ello.
Lo segundo es empezar a romper los mandatos internos que recibiste de tu mamá, de tu abuela, o del medio donde te criaron.
**Fragmento del libro “Muros en mi Corazón”, (2015) MD
Despojarnos y desaprender es un proceso que todas las personas podemos lograr para tener una mejor calidad de vida.
¿Por donde empiezo?
Si reconozco lo que me está pasando y tengo la firme convicción de que puedo salir de las crisis y vivir mejor, ya diste el primer paso.
El segundo es aceptar ayuda.
¿Por donde empiezo?
Si reconozco lo que me está pasando y tengo la firme convicción de que puedo salir de las crisis y vivir mejor, ya diste el primer paso.
El segundo es aceptar ayuda.
El camino lo elegís vos...Muchas personas encuentran su camino en la fe, otras en la terapia, otras aquietando la mente, acudiendo a una biodecodificación emocional y otras hacen todo junto.
El punto es que hay una mejor forma de vivir ahí fuera y todas podemos comenzar a transitar ese camino. Como dijimos en el artículo anterior no hay soluciones mágicas ni instantáneas, la vida misma es un proceso de aprendizaje... y por pedregoso que parezca, es un sendero que bien vale la pena transitar.
Nos encontramos en el próximo artículo😉.
Mónica Dell"Oro
Psicóloga. Social
Administradora. de Medios
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